sábado, 5 de julio de 2008

EL DOMINGO QUE FUE ...

Todos saben que nací en Sierras de Apas en el 45, año del general decía mi padre Juan. De él aprendí a mirar mas allá del lucero por las mañanas mientras el cielo se preñaba de estrellas almidonadas inmensamente lindas. De Ambrosia, la paciencia y ese hoyuelo en la cara que- dicen- aparece cuando me río.Tambien el pelo negro.
Con los dos mamé el campo y sus recovecos llenos de misterios .Esos que asombraban mis pasos cuando fui creciendo. Me crié solo, con piedritas redonditas para jugar “al estanciero” .Fueron las chivas quienes siempre estuvieron acopladas a mi paisaje. Todos los días había que salir a buscarlas. En verano era lindo. En días de escarchas y manto blanco se te congelaban las manos y las orejas mientras el viento te silbaba, despacito, pero sin parar toda la tarde.
Un día mi padre me dijo que era tiempo de hacerme hombre y comprendí que eso era irse, porque la vida es movimiento. Arranqué con mi zaino trabajando por estancias y campos con dueños que siempre me dejaban yerba pero nunca algún recibo, nunca había plata, un gracias, solo hasta luego.
Una noche soñé que el lucero se iba apagando despacito en espiral .Y caía. Y caí enfermo y no me pude levantar.
Era domingo, cuando el Domingo llegó en una tarde de viento y tierra al hospital, confuso, flaco, perdido y con su pierna derecha arrastrándola. Tenía dificultades para hablar. Lo acompañaba quien él decía ser que era su patrón pero que en realidad no lo reconocía en su tarea. Lo dejaron en la cama blanca de la sala –solo- y como tantas otras veces se fueron…
Domingo no entendía nada de lo que le pasaba: esto es un suero, le decían, mientras le pinchaban el brazo Las camas estaban en fila, y esa luz tan fuerte! prendida toda la noche, los quejidos de los demás, esa tos de al lado que no paraba, los llantos por el muerto….
La calefacción lo torturaba, mucho calor acá dentro, decía Domingo, y se la pasaba subiendo y bajando el aparato. Extrañaba la leña, el humo, la llama y su magia, esa que lo despertaba por las mañanas, a las cinco. Nunca había tenido un baño, no entendía a la gente y su suciedad conviviendo adentro, no podía entenderlo.
Empezó a mascullar preguntas para adentro Domingo.
Tuvo que venir la primavera para que se fuera afianzando, comenzó a reconocer las voces diarias conocidas, el horario de las comidas (demasiado tarde para su gusto) y la carne de capón que no llegaba!.
Se fue mimetizando con el paisaje del hospital, como la silla, la cama, la chata. Pasó a ser el Quini.
Una mañana nos llamaron para que empezáramos a verlo. Quini no se adaptaba a su nueva realidad - impuesta.
Charlas de por medio pudimos proponerle que empezara a entender que en realidad había vivido siempre solo y sin un lugar que le fuera propio. El ya lo sabía de antemano y entonces solo nos miraba.Y se reía. . Es que al Quini le pasaba otra cosa. Tenía otro tiempo. Estaba acomodando ladrillos en su interior para construir de vuelta.
Así fue como empezó a acompañar a los internados, llamaba a los enfermeros, ayudaba a comer…Estaba siempre sentadito desde temprano en el fondo del pasillo, desde ahí veía llegar a cuantos llegaban a atenderse,¿ llegó Adriana? Le preguntaban, siempre entre susurros (talvez para mitigar el dolor y no andar desparramándolo por ahí). - Aun no la vi.- contestaba Domingo.
Lo cierto es que Domingo era la referencia. Comenzó a hacerse amigo de la huerta, porque la tierra tenía su color y su aroma .Firme todas las mañanas, callado, pero rumiando siempre para adentro , apoderado de la manguera..
Empezamos a pensar juntos en la posibilidad de que era tiempo de re-hacer su vida en el afuera, ese que hasta entonces le era hostil. Comenzó con visitas para navidad y año nuevo a casa de sus familiares, que casi no conocía. Se le gestionó una pensión y salio. Había algo de dinero. Salió con tres mujeres de compras - en exactamente una hora y cuarto - no tenía más plata. Compró todo lo que el consideraba que necesitaba: cama, sillas, colchón, anafe, garrafa y sobre todo leña.
El Titi, nos ofreció una piecita, parecida a la que siempre había vivido: chica y con el baño afuera. Fuimos en bandada a conocerla. Cuando Titi lo vio, arrugó la nariz, abrió los ojos grandotes, dobló la espalda y gritó: pero si es Pichichao!!! , Como no me habían dicho que era è! Si habrá jineteado alazanes éste.
En ese preciso momento Domingo se murió. Cayó fulminado. Así dejaba paso a su identidad recuperada: pasó a ser para todos Pichichao, el pequeño padre.
¿Y nosotros? .Absortos. Con tantos miedos de que no se quisiera ir del lado nuestro, siempre mediatizados por la idea de que somos nosotros los que brindamos identidad, o tal vez queriendo frenar su partida olvidándonos que Pichichao siempre vivió - sin nosotros.
La alegría lo invadió con la mudanza, aparecieron los chóferes y Titi. Armamos la casa, hasta Rosita ayudó a organizar su nuevo espacio y empezó a vivir solo, como siempre lo había hecho.
Pichichao viene todas las semanas a saludarnos, nos pudo decir que habíamos sido como esa familia que nunca tuvo, con las alegrías, algunos aciertos y con conflictos …..como en casa.
Algunas tardes se lo ve a Pichichao por las callecitas de Maquinchao, con esa pierna – la derecha- que se resiste a seguir el ritmo interno de su cuerpo pero con una sonrisa recuperada, contagiosa, con aroma a dignidad.

1 comentario:

Luis Cayuqueo dijo...

Te quiero mucho!!!!!!!!!!!