martes, 8 de julio de 2008

un sàbado a la noche


Sábado de frío y escarchas, el último de Mayo de este 2008 que se despide.
Por algún lado se filtra Iván Noble con la bella canción del jardinero de Maria Elena Walsh.
Salvo el ruido del ventilador de la CPU mientras escribo, no se oye nada más a esta hora de la noche, son las 11. En los pueblos, el refugio es adentro de tu casa, quizás por costumbre, quizás porque solo existe un solo ámbito de café, muy desdibujado.
Lo de desdibujado no es porque sea virtual sino porque el café existe, lo que no existe es la costumbre de servir café, solo cervezas. Aunque haga frío. Mucho frío.
Así que prendès la estufa para amortiguar la noche y miràs como destella la helada inminente sobre el suelo, es como si luciérnagas anduvieran en la noche y rebotaran por doquier. Un titilar permanente. Está helando.
Esta mañana con el mate leí en el diario que encontraron una tribu aun no “civilizada”, en el corazón del amazonas dice la agencia Telam en la contratapa del Río Negro. Se publica una foto aérea donde unas personas, semidesnudas, con sus caras pintadas, con arcos y flechas disparan a un imaginario avión desde donde está tomada la imagen. Parece cómico en este siglo, pero no lo es. Dejo el mate.
¿Que será del vuelo del águila? diría el viejo jefe Seattle del Norte cuando ya no quede lugar para las aves. ¿Que será del amazonas cuando la carretera le atraviese como un tajo lacerante?
Tribus que han sido “encontradas “por el hombre blanco y cuyo destino, irremediable, es esperar resignado como el guanaco herido aquí en la línea sur cuando escucha las pisadas del cazador.
Me pregunto en que momento terminará la vida allí.
Es tanta la sed de avasallar, de pisar, de no respetar, de llevar todo por delante que ya ni el gran pulmón verde brasileño queda a salvo. Mucho menos la gente, que duda cabe. Nuestros muertos nunca olvidan el bello mundo que les diò el ser.
No pasará mucho en que leeremos, en el mismo periódico, el registro del último indígena muerto en el amazonas. Sólo quedarán las marcas, indelebles e invisibles, de los pies desnudos impregnados en agradable comunicación con la tierra brasileña enriquecidos por la historia.
¿Muertos? .No habrá muertos. Sólo un cambio de mundos.
Mientras la noche nos va tragando despacito, siento el silencio y la helada como un cuchillo. Es hora de apagar la luz. /////

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